En este mundo en el que cada día estamos rodeados por miles de sonidos descriptibles, ruidos irreconocibles, música nueva y antigua, gritos, etc, deberíamos parar un momento y escuchar con atención, hacer criba y analizar todos esos decibelios detenidamente. Entre tanto «alboroto» encontramos palabras que nos dicen algo, mensajes. Encontramos una voz que nos narra algo, que lucha por hacerse un hueco en nuestros oidos. Es la voz de ese locutor que te cuenta las virtudes de ese nuevo producto, que te narra los sucesos del día a través de las ondas, que te transporta a ese mágico lugar de las imágenes que salen en los documentales, que te dice que la próxima parada es la tuya o que te informa de que la puerta está abierta.
Entra en nuestra cabeza como algo cotidiano, estamos ya habituados a ella, pero… ¿habéis pensado qué ocurriría si esa voz no estuviera presente? Un documental sólo con preciosas imágenes, o un simple timbre de aviso, música sin letra, sin mensaje.
No nos paramos a pensarlo, pero está ahí, nos acompaña queramos o no, y forma parte de nuestra vida.
Démosle la importancia que se merece, porque quiere ser escuchada.